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“La imposible moralidad de la literatura: Rosalía de Castro ante las reglas del arte”

El artículo describe el proceso de construcción de un yo autorial de Rosalía de Castro, atendiendo fundamentalmente al carácter complejo y mutable de sus proyecciones como escritora en los espacios público y privado. Para ello se concederá especial realce a la condición periférica de su trayectoria y bilingüe de su obra, aspectos que en buena medida condicionaron la configuración de su imagen como autora. En el análisis de este proceso se tomarán asimismo en consideración textos inéditos o deficientemente atendidos hasta el momento, tales como los epistolarios o las transcripciones de costumbres y cantares gallegos. Estas transcripciones son el principal fruto de un trabajo de campo, de orientación etnográfica, a menudo desarrollado en colaboración con su marido, pero cuyos objetivos fueron, al menos en algunos casos, muy distantes. Dentro del estudio de las prácticas epistolares se tendrá en cuenta, fundamentalmente, el cotejo entre las cartas de Compañel (editor de La hija del mar o de Cantares gallegos) a Murguía y las cartas de Soto y Freire (editor de “El cadiceño”, “Las literatas” o El caballero de las botas azules) a Castro. Las imágenes derivadas de esta confrontación configuran dos posiciones autoriales claramente disímiles. Ante Compañel, Murguía opera casi como agente literario de Rosalía, tomando decisiones que afectan directamente a la vida pública de sus textos. En otro sentido, algunas de estas cartas ofrecen argumentos que invitan a pensar en la posibilidad de una escritura colaborativa entre Murguía y Castro para algunos episodios de La hija del mar. Sin embargo, las siete cartas conservadas de Soto y Freire a Rosalía (hasta ahora inéditas), constituyen un elocuente ejemplo de relación directa entre autora y editor, hasta el punto de que en ellas parece ser Rosalía quien ejerce como mediadora en la relación entre Murguía y Soto. En este sentido, el epistolario de Soto y Freire a Castro podría ser un indicio de la tentativa de consolidación de una trayectoria literaria autónoma por parte de una escritora cuyo prestigio literario inicial estaría muy vinculado a la mediación de Murguía.

Tras el elocuente silencio editorial y epistolar de los años setenta, sin duda relacionado con el cambio de ciclo político y el fracaso de ciertas aspiraciones Murguía, en los inicios de la década siguiente la escritora librará un decisivo combate a favor de su autonomía literaria, no sin penosas consecuencias para ella. El origen de este episodio es la polémica originada en los medios rexionalistas gallegos a raíz de la publicación, en el suplemento madrileño Los lunes de El Imparcial, de “Costumbres gallegas”, en el que abordaba una misteriosa leyenda de contenido sexual explícito. Como es sabido, la polémica estaría detrás de la decisión rosaliana de abandonar el gallego como lengua literaria. En este trabajo confrontaré “Costumbres gallegas” con una transcripción glosada por Rosalía de Castro (por ahora también inédita) que, al igual que su artículo, aborda explícitamente un uso relacionado con la moral sexual en la Galicia rural. Al mismo tiempo, trataré de leer el estudio coetáneo de Murguía sobre “El folk-lore gallego” a la luz de la polémica desatada por el artículo de Rosalía, pues desde nuestra perspectiva supone un notable intento por salvar socialmente la imagen de su mujer. En este contexto es fundamental atender a la campaña murguiana por la constitución de la Sociedad del Folklore Gallego, en la que, por cierto, sería derrotado por Pardo Bazán, testimonio elocuente de una sostenida relación de enemistad personal y política que acabaría afectando notablemente a la fama póstuma de Rosalía.

En los últimos años de la vida de Castro vemos, pues, de nuevo cómo operan las tentativas de Murguía por acomodar su imagen a lo conveniente y esperable en su círculo social inmediato (incluidas las operaciones de reescritura y censura de obras rosalianas como Ruinas y En las orillas del Sar o la elaboración de la primera biografía de la escritora en Los precursores). Sin embargo, las últimas cartas de la autora ofrecen varias pruebas de su resistencia a traicionar un proyecto literario cuya variabilidad y diversidad da la medida de un anhelo de trascender los condicionantes sociales para la actividad creativa e intelectual de las mujeres.

Nova imaxe de RosaliaRosalía de Castro inicia su trayectoria literaria en un año decisivo para la literatura europea. La fecha de publicación del poemario La flor (1857), coetáneo de Les fleurs du mal de Charles Baudelaire, coincide con el juicio público por inmoralidad a Gustave Flaubert tras la edición de Madame Bovary. En Las reglas del arte Pierre Bourdieu (1995) ha mostrado de modo ejemplar la función de este juicio en la forja de un espacio autónomo para la literatura. El fallo favorable a Flaubert, sellado por las palabras de un juez que reconoce simultáneamente el valor literario y la inmoralidad de la obra, constituyó un verdadero punto de no retorno en el combate por una literatura soberana.

La idea de la inmoralidad, especialmente cuando afecta a la conducta sexual de las mujeres, es una línea de sentido que atraviesa la obra de Rosalía de Castro y que inscribe su trayectoria en el horizonte de la compleja modernidad hispánica. Dadas las inevitables consecuencias del tratamiento de este tema en el espacio público, resulta pertinente examinar el modo en que pudo impactar sobre un campo literario en formación, muy vinculado al emergente Rexionalismo político. Como es sabido el prestigio literario de Rosalía estuvo, al menos en sus orígenes, muy relacionado con la mediación de su marido, el historiador galleguista Manuel Murguía. Él es el autor de la primera reseña referida al poemario La flor, el destinatario explícito de su primera novela La hija del mar (1859) y el destinatario implícito de Cantares gallegos (1863), publicado el día de su cumpleaños; el escritor de su primera y más influyente semblanza biográfica en Los precursores (1884) y el editor de las primeras e inacabadas Obras completas (1911) de la autora. De ahí la necesidad de esclarecer en qué medida la mediación murguiana se relaciona bien por interferencia, bien por refuerzocon la firme voluntad autoral de Rosalía de Castro.

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